jueves, 21 de julio de 2011




EN EL SILENCIO DE LA NOCHE ME VISITO EL INSOMNIO, ME PREPARE UN TE DE HIERBAS Y MIENTRAS CAIA LA LLUVIA A CANTAROS MIRABA LA IMAGEN DE SAN FRANCISCO.




SIEMPRE ME HA FASCINADO SU AUTENTICIDAD.




ENTONCES COMENZO MI DIALOGO CON EL.




LE DIJE CUANTO LO AMABA




Y LE PREGUNTE POR NUESTRAS VIDAS, TAN DISPARES.




EL NO TENDRIA ESA NOCHE UN BUEN TECHO PARA GUARDARSE DEL TEMPORAL




YO ESTABA ENVUELTO EN UNA MANTA Y CON UNA TAZA DE TE AZUCARADO EN LA MANO.




EL AMANECERIA CANTANDO Y CON HAMBRE.

YO YA TENIA EN LA NEVERA EL DESAYUNO,

Y HASTA LA CENA DE TODOS LOS DIAS DE LA SEMANA




EL NO TENIA SEGURIDADES

Y YO CON TANTOS APOYADEROS....




Y EN LA LOCURA DEL EVANGELIO ENVIDIE SU POBREZA,

SU INDEFENSA DESNUDEZ,

SU ABSOLUTA MINORIDAD....








ME ABOFETEABAN TODAS MIS HIPOCRESIAS,

ME PESABAN LOS TITULOS Y CONDECORACIONES MAS QUE UN ELEFANTE SOBRE LOS HOMBROS,

ME ARDIA EN LA BOCA MI LENGUA POCO FRATERNA HIRIENTE Y DURA,

ME QUEMABA MI COMODIDAD,

MI SEGURIDAD,

MI STATUS....

TODO ESO ES SIMPLEMENTE VANIDAD....








Y FRANCISCO VIENDOME SUFRIR SE ME ACERCO Y ME ABRAZO COMO A UN POBRE LEPROSO DEL SIGLO VEINTIUNO








Y ME SUSURRO AL OIDO QUE SER FRANCISCANO NO ESTA EN NO TENER ZAPATOS O TECHO,

EN ANDAR EN ANDRAJOS O RAPAR MI CABEZA

SINO ALLI DONDE ESTOY

EN ABRAZAR A JESUCRISTO COMO MI UNICO TESORO








EN ABRAZAR AL EVANGELIO COMO UNICA NORMA DE VIDA








EN VER A TODOS LOS DEMAS

E INCLUSO A LAS CREATURAS IRRACIONALES

COMO HERMANOS Y SEÑORES

Y NUNCA SIERVOS








EN ESTAR SIEMPRE DISPONIBLE A ESTIMARLO TODO BASURA CON TAL DE NO PERDER MI FIDELIDAD A CRISTO.








BESE MI CRUCIFIJO Y EL HERMANO SUEÑO DIO CONCLUSION A MI CLASE DE FRANCISCANISMO NOCTURNO.








LO IMPORTANTE DE UN FRANCISCANO ES EMPLEAR TODA LA OLGURA DE SUS BRAZOS EN ABRAZAR SOLO A CRISTO




ESA ES LA ESENCIA DE LO GRANDE DE MI HERMANO FRANCISCO.







FUIMOS APROBADOS POR NUESTRO ARZOBISPO E INICIAMOS NUESTRO CAMINO DE FORMACION.
HOY SOMOS HERMANOS CON PROFESION DE VIDA EVANGELICA LA CUAL REALIZAMOS EL 2 DE AGOSTO DE 2010 EN LA IGLESIA EL TRIGAL
SOMOS LOS PRESBITEROS VICTOR FLORES, WILILARDO ALVAREZ, ALEXI TOVAR, MIGUEL ROMERO Y ROBERTO SIPOLS



















Desde el albor de la Tercera Orden Franciscana, que naciò para dar cabida en la familia de San Francisco a hombres y mujeres fascinados con su ideal evangèlico, pero que por su vocaciòn no podìan dejar su vida secular para ingresar en los frayles menores o en las damas pobres, hubo sacerdotes diocesanos.Entre los santos terciarios franciscanos estàn sacerdotes como San Juan Marìa Vianney, el Beato Juan XXIII o Mons Salvador Montes de Oca.La fascinaciòn por seguir las huellas de Cristo al estilo de San Francisco sigue viva, y observando que desde los horarios, pasando por los intereses vitales, el gènero de vida y la vocaciòn no nos verìamos integrados en una fraternidad local de franciscanos seglares hemos decidido en comunioòn con nuestro Atzobispo e inspirados por Dios agruparnos como frasternidad sacerdotal, lo cual ha sido bien visto tambien por nuestros hermanos franciscanos seglares de Venezuela.












Asì que somos sacerdotes diocesanos que seguimos las huellas de Cristo viviendo el Santo Evangelio bajo la guìa de San Ftrancisco de Asis desde nuestra vocaciòn de sacerdotes seculares del clero de Valencia. ¿Què hacemos?Estamos pendientes unos de otros en la caridad de Cristo animando nuestras existencias sacerdotales, nos reunimos al menos un dìa al mes para formaciòn franciscana, fraternidad, celebraciòn de la confesiòn, direcciòn espiritual, y servimos juntos a nuestras comunidades con misas de sanaciòn o celebraciones penitenciales, cuando podemos ofrecemos estos servicios.






Nuestra vida se ve definitivamente unida por el COMPROMISO DE VIDA EVANGELICA.












VALORES












El Santo Evangelio como norma de vida












Meditarlo y vivirlo hasta que se haga carne de nuestra carne, vida de nuestra vida, seremos santos cuando nuestra mentalidad y nuestras reacciones sean acordes con lo que Jesùs nos manifiesta como Maestro de vida en el Santo Evangelio.












Minoridad












No buscar el primer lugar y comprender nuesstro ministerio como un servicio humilde a los hombres de hoy, sin triunfalismos ni deseos de dominio sobre nadieDiocesaneidadSan Francisco en una etapa dura de la Iglesia amò intensamente la iglesia local, exigìa de sus frayles el respeto por el Santo Padre, los Obispos y los pobres sacerdotes, nuestro amor por la Iglesia catòlica concreta en nuestras diòcesis quiere ser actualizaciòn de ese amor humilde y fiel a la esposa de Cristo, San Francisco viviò en tiempos de mucha contestaciòn y rechazo a la Iglesia, èl sintiò el llamado a repararla de su ruina sin juzgar ni condenar. Estamos unidos al rebaño de Cristo con un amor de Pastor-siervo y queremos servirle desde la misma actitud de San Francisco.












Fraternidad












Francisco decìa "El Señor me diò hermanos", nos consideramos dones de Dios los unos para los otros y asi vemos al resto de nuestro presbiterio, a nuestro Arzobispo y a todo hombre que Dios pone en nuestro camino.












Amor a lo pobre












Cristo escogiò para sì y para su santìsima Madre y para sus apòstoles la Santa Pobreza, por amor a El abrazamos al Pobre y preferimos compartir a retener.


REGLAS DE LA FRATERNIDAD FRANCISCANA DE SACERDOTES DIOCESANOS DE VALENCIA








Entre las familias espirituales, suscitadas por el Espíritu Santo en la Iglesia, la familia Francis-cana comprende a todos aquellos miembros del Pueblo de Dios, seglares, religiosos y sacerdotes, que se sienten llamados al seguimiento de Cristo, tras las huellas de San Francisco de Asís. En maneras y formas diversas, pero en recíproca comunión vital, todos ellos se proponen hacer presente el carisma del común Seráfico Padre, en la vida y en la misión de la Iglesia.








1. La Regla y la vida de los sacerdotes diocesanos de esta fraternidad franciscana es ésta: guardar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo siguiendo el ejemplo de San Francisco de Asís, que hizo de Cristo el inspirador y centro de su vida con Dios y con los hombres.








2. Cristo don del amor del Padre, es el Camino hacia El, es la Verdad en la cual nos introduce el Espíritu Santo, es la Vida que El ha venido a traer abundantemente.








3. Los sacerdotes diocesanos de esta fraternidad dedíquense asiduamente a la lectura del Evangelio, y pasen del Evangelio a la vida y de la vida al Evangelio.








4. Por tanto, los sacerdotes diocesanos de esta fraternidad, busquen la persona de Cristo viviente y operante en los hermanos, en la Sagrada Escritura, en la Iglesia y en las acciones litúrgicas. La fe de San Francisco al dictar estas palabras: "Nada veo corporalmente en este mundo respecto del Altísimo Hijo de Dios, sino su santísimo cuerpo y sangre", sea para ellos la inspiración y camino de su vida eucarística.








5. Sepultados y resucitados con Cristo en el Bautismo, que los hace miembros vivos de la Iglesia, y a ella más estrechamente vinculados por la Profesión, háganse testigo e instrumentos de su misión entre los hombres, anunciando a Cristo con la vida y con la palabra.








6. Inspirados en San Francisco y con él llamados a reconstruir la Iglesia, empéñense en vivir en plena comunión con el Papa, los obispos y los sacerdotes, en abierto y confiado diálogo de creatividad apostólica Como "hermanos de penitencia", en fuerza de su vocación, impulsados por la dinámica del Evangelio, conformen su modo de pensar y de obrar al de Cristo, mendiante un radical cambio interior, que el mismo Evangelio denomina con el nombre de "conversión"; la cual debido a la fragilidad humana, debe actualizarse cada día.








7. En este camino de renovación, el Sacramento de la Reconciliación es signo privilegiado de la misericordia del Padre, y fuente de gracia








8. Como Jesucristo fue el verdadero adorador del Padre, del mismo modo los sacerdotes diocesanos de esta fraternidad hagan del la oración y de la contemplación el alma del propio ser y del propio obrar. Sirvan a la vida sacramental de la Iglesia, especialmente en la Ecuaristía, y celebren la oración litúrgica en la forma propuesta por la misma Iglesia, participen así de los misterios de la vida de Cristo.








9. La Virgen María, humilde sierva del Señor, siempre atenta a su palabra y a todas sus mociones, fue para San Francisco centro de indecible amor, y por él declarada Protectora y Abogada de su familia.








10. Los sacerdotes diocesanos de esta fraternidad den testimonio de su ardiente amor hacia Ella, por la imitación de su disponibilidad incondicional, y en la efusión de una confiada y consciente oración.








11. Asociándose a la obediencia redentora de Jesús, que sometió su voluntad a la del Padre, cumplan fielmente las obligaciones propias de la condición sacerdotal en la Arquidiócesis, y sigan a Cristo, pobre y crucificado, confesándolo en su trabajo y su servicio.








12. Cristo, confiado en el Padre, aún apreciando atenta y amorosamente las realidades creadas, eligió para Sí y para su Madre una vida pobre y humilde; del mismo modo, los sacerdotes diocesanos de esta fraternidad han de buscar en el desapego y en el uso, una justa relación con los bienes terrenos, simplificando las propias exigencias materiales; sean consientes, en conformidad con el Evangelio, de ser administradores de los bienes recibidos, en favor de los hijos de Dios.








13. Así, en el espíritu de las "Bienaventuranzas", esfuërcense en purificar el corazón de toda tendencia y deseo de posesión y de dominio, como "peregrinos y forasteros" en el camino hacia la casa del Padre








14. Testigos de los bienes futuros y comprometidos a vivir, según la vocación que han abrazado, la pureza de corazón, se harán libres, de este modo para el amor de Dios y de los hermanos En el sagrado celibato. De la misma manera que el Padre ve en cada uno de los hombres los rasgos de su Hijo, Primogénito de muchos hermanos, los sacerdotes diocesanos de esta fraternidad acojan a todos los hombres con ánimo humilde y cortés, como don del Señor e imagen de Cristo.








15. El sentido de la fraternidad los hará felices y dispuestos a identificarse con todos los hombres, especialmente con los más humildes, para los cuales se esforzarán en crear condiciones de vida dignas de criaturas redimidas por Cristo.








16. Cumplan de modo competente sus propios deberes sacerdotales con espíritu cristiano de servicio. Estén presentes con el testimonio de su vida apostólica y también con iniciativas eficaces, tanto individuales como comunitarias, en la promoción de la Evangelización, la Adoración y la Alabanza.








17. Vean el trabajo sacerdotal como don de Dios y como participación en la Redención








18. Mensajeros de la perfecta alegría, esfuércense permanen-temente en llevar a los demás el gozo y la esperanza.








19. La fraternidad estará animada por un ministro y dos consejeros, uno de los cuales será tesorero y el otro secretario, elegidos por mayoría simple de los miembros cada tres años.








20. El proceso de incorporación a la Fraternidad comprende el tiempo de iniciación, el período de formación de la Regla. En este itinerario gradual está comprometida toda la Fraternidad, aún con su estilo de vida.








21. La Profesión es, de por sí, un compromiso perpetuo Los hermanos que se encuentren en dificultades particulares, procurarán tratar sus problemas en fraterno diálogo con el Consejo. La separación o definitiva dimisión de la fraternidad si fuere necesaria, es un acto que compete al Consejo de la Fraternidad, en consenso con el Ordinario del lugar.








22. Para estimular la comunión entre los miembros, el Consejo organice reuniones periódicas y encuentros frecuentes, incluso con otros grupos franciscanos, adoptando los medios más adecuados para el crecimiento en la vida franciscana y eclesial, estimulando a todos a la vida de Fraternidad.








23. Esta comunión se prolonga con los hermanos difuntos; así, se ofrecerán sufragios por sus almas








"Y todo el que guarde estas cosas, sea colmado en el cielo de la bendición del altísimo Padre, y sea colmado en la tierra de la bendición del amado Hijo con el Espíritu Santo Paráclito... " (Bendición de San Francisco, del Testamento)
REAVIVAR NUESTRA FE EN LOS SACERDOTES


Carta del Ministro y del Definitorio General OFM para la Fiesta de san Francisco de 2010

Con el Pobrecillo de Asís y en sintonía con la Iglesia queremos profundizar desde la fe en el ministerio sacerdotal, «que no es un simple "oficio", sino un sacramento».

Precisamente por esto se trata de una realidad bella y grande, confiada a hombres escogidos «de entre los hombres y constituidos en favor de la gente» y que muestra, sobre todo, la «audacia de Dios, que se abandona en las manos de seres humanos; que, aun conociendo nuestras debilidades, considera a los hombres capaces de actuar y presentarse en su lugar. Esta audacia de Dios es realmente la grandeza que se oculta en la palabra "sacerdocio"» (Benedicto XVI). Hace ocho siglos, Francisco confesaba explícitamente, en el Testamento, su fe convencida en los sacerdotes, incluso «en los pobrecillos sacerdotes»; fe que nosotros estamos llamados a vivir hoy, redescubriendo el significado del ministerio sacerdotal para nuestra vida y misión. Para Francisco, el sacerdocio debe ser visto, antes que todo, en relación «con el santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo» y con las «santas palabras de nuestro Señor Jesucristo, que los clérigos dicen, anuncian y administran». Esto significa concretamente que es a través del ministerio apostólico, del cual participan los sacerdotes, como recibimos el anuncio del Evangelio y los sacramentos de la salvación, a saber, el bautismo, la eucaristía y el perdón de los pecados, que nos hacen verdaderos hijos de Dios y nos constituyen en miembros del Cuerpo de Cristo. Se entiende mejor, entonces, por qué Francisco siempre deseaba «recurrir a los sacerdotes», a lo que añadía: «Y no quiero tomar en consideración su pecado, porque veo en ellos al Hijo de Dios y son mis señores» (Test 6-9). En la situación actual de la Iglesia es de fundamental importancia llegar a las raíces de esta realidad de la cual habla Francisco.

Él nos ilumina para saber cómo comportarnos, en nuestra existencia concreta de creyentes, respecto a los sacerdotes y, si somos sacerdotes, respecto a nuestro ministerio. «Comprender de nuevo la grandeza y la belleza del ministerio sacerdotal» quiere decir aceptar al mismo tiempo, con realismo y humildad, que esta grandeza y esta belleza están contenidas «en vasijas de barro», sin escandalizarse o, peor aún, separarse de la Iglesia que, a través del ministerio de los sacerdotes, nos permite tener pleno acceso a Jesús y su salvación. Francisco habló en diversas ocasiones de los sacerdotes y de las actitudes que se deberían tener para con ellos.

La Fraternidad que poco a poco se fue formando en torno a él comprendía tanto clérigos como laicos. Hacia el final de su vida, cuando los hermanos sacerdotes eran más numerosos, dedicó a los «hermanos sacerdotes, los que son y serán y desean ser sacerdotes del Altísimo», una parte considerable de su Carta a toda la Orden.

La parte central del mensaje dedicado a los sacerdotes, se refiere a la celebración de la Eucaristía. Francisco les recuerda que deben acercarse a este sacramento «puros», y también que ofrezcan «con reverencia, el verdadero sacrificio del santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, y háganlo con intención santa y limpia, y no por cosa alguna terrena ni por temor o amor de hombre alguno, como queriendo agradar a los hombres; sino que toda la voluntad, en cuanto es posible con la ayuda de la gracia, se dirija a Dios, deseando agradar al solo sumo Señor». Esta acumulación repetitiva de cosas por hacer y por evitar denota en Francisco una cierta inquietud, porque existe la posibilidad de que las cosas pudieran ir diversamente. Nos parece que esta preocupación no sólo se aplica al pasado. Las severas advertencias y las amenazas que siguen, tomadas de la Carta a los Hebreos, demuestran la seriedad con la que Francisco se pone delante de la Eucaristía y la Palabra de Dios.

Todo ello, sin embargo, contribuye a destacar la grandeza incomparable -la dignidad- del sacerdocio. Con un realismo paradójico, Francisco habla del hermano sacerdote como de alguien que «toca con las manos, toma en el corazón y con la boca, y da a los demás para tomar no a quien ha de morir, sino a quien ha de vivir eternamente y es glorificado y a quien los ángeles desean contemplar». Osa, incluso, comparar al sacerdote con María que ha llevado a Cristo en su seno, con Juan Bautista que tembló al tocar la cabeza de Jesús, con la tumba donde yació su cuerpo. Aquí está el sentido profundo del ministerio que Dios ha conferido a los sacerdotes y por lo que se les debe amor, reverencia y honor.

Lo que sigue del texto nos conduce a una profundización mayor: la revelación de la humanidad de Dios a través de la Eucaristía. La descripción muy realista -carne y sangre, mano que toca y distribuye, boca que come- se abre a un último y estupendo misterio: Dios que se humilla en la Eucaristía, como lo hizo en el momento de la encarnación, dejando el seno glorioso del Padre para asumir la fragilidad de la condición humana (1 Adm 17-18).

El hacerse carne ya manifestaba el abajamiento de Dios, su kénosis; en la Eucaristía, esta realidad va todavía más allá: ni siquiera asume un cuerpo humano, sino que se hace presente bajo el signo del pan, una simple cosa cotidiana. «Mirad, hermanos, la humildad de Dios -exclama Francisco- y derramad ante él vuestros corazones; humillaos también vosotros, para ser enaltecidos por él. Por consiguiente, nada de vosotros retengáis para vosotros mismos, para que enteros os reciba el que todo entero se os entrega» (CtaO 28-29). La humildad de Dios manifestada en la Eucaristía es presentada por Francisco como base y fundamento de la vocación evangélica a la que hemos sido llamados.