San Juan María Vianney. Sacerdote párroco de Ars, de la Tercera Orden Franciscana (1786‑1859). Canonizado por Pío XI el 31 de mayo de 1925.
Juan María Vianney nació el 8 de mayo de 1786 en Dardilly, cerca de Lión, hijo de Mateo y María Béluze. Su infancia estuvo marcada por los acontecimientos trágicos de la revolución francesa. En 1799 recibió clandestinamente la Primera Comunión en una casa privada. Recibió de su propia madre la instrucción religiosa. Por su deseo ardiente de ser sacerdote, sostuvo una dura lucha para tener éxito en los estudios. El amor a veces puede más que el ingenio. Y era enorme su amor por las almas.
El 13 de agosto de 1815, después de enormes dificultades que parecían insuperables a causa de los obstáculos que había encontrado en los estudios, fue ordenado sacerdote. Al comenzar el 1800 inesperadamente brilló una nueva luz en toda Francia, apenas pasado el huracán napoleónico que había dejado por todas partes ruinas materiales y espirituales. En 1818 Juan María tenía 32 años y los superiores, por la escasez de sacerdotes, le confiaron la parroquia de Ars, un rincón donde ningún sacerdote había logrado hacerse querer. El llegó como buen hijo de San Francisco, humildemente, a pie como un pobre entre los pobres y pronto logró conquistar aquellas almas. El espíritu franciscano que había asimilado al entrar en la Tercera Orden de la penitencia lo sostuvo y lo guió en el ministerio pastoral.
Su confesionario, donde, sosteniendo a veces luchas cuerpo a cuerpo con Satanás, permanecía hasta 18 horas diarias, se convirtió en una especie de altar de misericordia, a donde comenzaron a acudir de todas partes de Francia y de Europa los pecadores para rehacer su vida.
El Santo Cura de Ars nunca salió al atrio para llamar a la gente, nunca corrió por las calles para sacudir la indiferencia de los parroquianos, nunca les hizo un reproche. De rodillas ante el tabernáculo y ante la imagen de la Virgen permanecía largo tiempo en oración, comiendo apenas lo necesario para vivir, durmiendo unas pocas horas en la noche. Aunque distraídos y despreocupados, los parroquianos comenzaron a acudir, y viendo al Párroco arrodillado, se arrodillaban también con él, y oraban con él. Antes de dos años Ars se convirtió en meta de peregrinaciones de todas partes de Francia y de Europa. El sacerdote tardo, que en un primer momento no había tenido facultades para confesar, se convirtió en el confesor de los más obstinados pecadores, que en Ars encontraron la luz de la fe.
Los peregrinos acudían antes del amanecer a aquella iglesia que treinta años antes se había encontrado vacía: “Dime dónde está Ars y yo te indicaré el camino del cielo”, le había dicho San Juan María a un pastorcito antes de llegar a su parroquia. El camino del cielo se lo había señalado él a millares de almas, y también se lo indicó a aquel pastorcito, que pocos días después de la muerte de su Párroco lo alcanzó en el cielo. El Santo murió el 4 de agosto de 1859 a los 73 años.